Se aferraba a rostros nuevos para sentir cosas nuevas.
Una mañana comenzo a agarrarle cariño al colchón nuevo, aunque cuando estaba él pasaba frío, y harto frío.
Taparse la cara con esos pliegues rojos ni pegaban ni juntaban con el celeste y desteñido rincón de su cama
y aún asi no era tan malo empezar a sentir las cosas nuevas para aferrarse a voces nuevas
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