domingo, 23 de octubre de 2011

Un sueño inducido le había hecho olvidar tanto,
tantas cosas... entre ellas soñar...

El aroma a hospital, una esencia pestilente, unas cuantas caras tontas
y un color verde impregnado en el único punto vivo del cerebro
Un silencio, dos, tres, seis...las baldosas heladas metiéndose entre los pies,
un recorrido por las calles nocturnas
un caminar equilibrandose por los limites de la vereda como cuando niño,
pegado a su sombra que quizás recordaba ecos de un recuerdo.

El barrio en que las casas no parecen casas, las puertas que no parecen puertas y los esqueletos de cemento dibujados como montañas, gigantes, pegadas y gastadas,
las lagañas del callejón sin salida, los ecos titánicos de esos escudos rocosos,
la ventana entreabierta por ser viernes,
los dedos transitando la persiana como si fuera el mapa de ese cuerpo, de esos ojos verdes
y mas atrás ella, o la imagen de ella sostenida por la cama y el pijama de piel.

Le toca los labios y advierte esas luciérnagas que no logra ver,
un aire tibio desconocido emana de su boca y sin embargo... el ya ha olvidado lo que es dormir...
revive pedazos, pero es inútil, en su cabeza ella muere...

Un hombre o la imagen de un hombre a las cuatro y treinta y cuatro de la mañana que en un pestañeo recuerda correr, y lo unico que recuerda es correr sin saber porque.

Son las cinco y ella despierta para su rezo matutino de las cinco y cinco
la figura extenuada evoca que hace seis años espera a un hombre que duerme...

Tirada en el piso, las rodillas juntas, un cabezazo, un mareo por tanta agua afuera, trece torres de clonazepan
unas manchitas de sangre en el vientre...
Un llanto diluido hasta el infinito,
un coma artificial...

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