lunes, 27 de diciembre de 2010

Avispas fritas

Iba a leerme las cartas con una pregunta en la garganta, no se porque me muevo así, pero tus labios tan mudos me confunden y me vuelven a la histeria, esa histeria que parte de los deseos del cuerpo. Fui por el vaso de agua que se supone ayudara después a que no ande escuchando voces que no existen, a que no sienta que me miras cuando ya no estoy para ti, a que te hable….
Iba por los lados izquierdos, por la sensación de soles, de la carta de los amantes, así iba….
No se porque desde ti me persiguen los insectos, no se porque, y la carta de la locura me sonreía…. Tuve que detenerme a matar una avispa muy larga que entro por la ventana, algo me decía que no lo hiciera, quizás esta maldita compasión que parece ternura. La seguí con el zapato, cayó al techo y se revolcaba, sentía como sus patas ardían en el zinc, del techo y se freían, como sus alas se achurrascaban mientras yo quería llorar, no se porque, las interrogantes son tantas y yo creo en cartas cuando lo único que quisiera es volver a besarte un minuto mas, volver a tu falso pero tan aliviante discurso, volver una y mil, infinitas veces mas, me desgarraba de lagrimas esparcida en la cama, entre el pañuelo negro y las cartas desparramadas, me mordí el alma, me la mordí porque nuestro amor era la avispa y ella ya había dejado de existir.

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